El seductor ejercicio de 'pelar'

Debe ser que en la universidad mi grupo de amigos estaba compuesto por 7 mujeres y yo. Puede ser que donde trabajo hay 8 féminas, más papá mono (yo). Podría explicarse por la cercanía que tengo con mi madre. O podría ser otra razón. Pero de un tiempo a esta parte he adoptado con devoción el ejercicio del pelambre. Soy un profesional de la crítica, un señor del susurro.

Para eso tengo tres reglas:

La primera: no participo activamente del pelambre. Es decir, no hablo, sólo escucho y me río. A lo más pregunto.

La segunda: No difundo información. En el fondo, no caigo en el cahuineo barato. Esta es una premisa que inevitablemente me hace pasar por momentos incómodos. Porque en innumerables ocasiones he debido fingir sorpresa ante pelambres que ya conocía. Peor cuando son pelambres largos.

La tercera: no pelo a los amigos. Así que los aflochis pueden estar tranquilos. Pero ahí sí que habría material ah?.

Me he dado cuenta que las mujeres son buenas para pelar, mejor que los hombres. Pero no por cantidad, sino por calidad. Me refiero a que cuando los hombres pelamos –que lo hacemos bien seguido- lo hacemos más espontáneamente; sin un objetivo aparte del reírse un rato de la desgracia ajena.

Mientras que la mujer no. Ellas buscan destruir con el pelambre, desahogarse de todo esos pensamientos que la han tenido atorada y que no han podido descargar; hasta que se encuentran con la amiga y no sabís na lo que pasó, la tonta de la Macarena se casa, y con el borracho ese.

Es cuático pelar. Produce una sensación de bienestar mezclado con malicia. Indescriptible en realidad. Tan indescriptible que no se puede dejar.
Me estaré convirtiendo en una vieja?

El jefe