Cosas de sangre...

Yo no sé cuántos de ustedes son hijos o nietos de inmigrantes, pero el que lo sea o haya vivido alguna experiencia con familias extranjeras, puede que recuerde o comparta alguna de las experiencias que me ha tocado vivir.

No muchos entienden ciertas costumbres que tengo y se asombran cuando digo algún comentario o hago alguna cosa que para muchos resulta inaceptable. Parto de la base que en mi casa es mi mamá la que manda, a ella se le pedían los permisos, se le preguntaba si se podía hacer un carrete en la casa, ella es la que presta los autos y muchas cosas más que no lo creerían.

Por otra parte, mi querido padre es el que va al supermercado, cocina, arregla el jardín, cosas que comúnmente hacen las mujeres. Pero todo esto no es porque a mis papás se les ocurrió ser así, tanto mi abuela materna como la paterna son iguales.

Vivo bajo las órdenes de un matriarcado, todos los que han ido a mi casa, no entienden nada y se ríen. A esto tenemos que sumarle que en mi dulce hogar no se habla se GRITA, yo creo que va en la sangre, a todos los que han ido a mi casa o a la de mis abuelos o tíos les advierto a la entrada de que no es que estén peleando, los altos decibeles usados al conversar son característicos de los catalanes… ( la idea no es que se sientan incómodos, de ahí que vale la advertencia)

A lo anterior hay que sumarle que entre nosotros no hablamos en castellano, lo hacemos en catalán, lo que dificulta aún más entender que cresta es lo que mi mamá o mi abuela me mandó a hacer o cuál fue el comentario que mi abuelo hizo sobre el invitado de turno.

Las comidas, fiestas tradicionales, son todas muy alegres… se celebra casi todo el año. Todos los santos, día de un lado día del otro, fin de una guerra, cumpleaños, bautizos, primeras comuniones, así suma y sigue… todo esto con mucho escándalo

Se come y se toma hasta no más dar, las piernas de jamón serrano, gambas, bacalao, paellas, postres típicos todos con mucha crema, cada persona consume como 3000 calorías sólo en el almuerzo, la sobre mesa es eterna y no nos paramos hasta la hora del té y si podemos seguir hasta la comida, nadie tiene ni un problema.

A todos mis amigos a los que he llevado a este tipo de reuniones, llegan cagados de susto, pero terminan bailando arriba de la mesa igual que todos nosotros, hay algunos y algunas que terminan hablando catalán con mi abuelo, como si supieran hablar de toda la vida…

Bueno, las anécdotas son muchas más… puede que algún día organice algo similar a lo que he vivido y los invite a todos.

Adeu

Montse.