Hoy me senté en la U después de fumarme un porrito (no en el parque como Calamaro pero algo es algo), a ver como pasaba la gente, mientras pasaba el bajón con chester y unos chocolatitos. Tuve que reprimir el instinto asesino en contra de estos mimos. Siempre le he tenido pánico a los mimos, a esas miradas inquisidoras dispuestas a copiarte cada movimiento que haces. Esta U esta llena de mimos, gente igual, que se esconde detrás de sus caras blancas, o mejor dicho de sus ropas de marca compradas en Zara, gente que se esconde detrás de una imagen. Me puse a pensar que pasaba por sus cabezas en estos momentos, que si detrás de esa actitud se escondía algún deseo recóndito de gritar, de pegarle a alguien, de decir realmente lo que piensan

Cuantas veces he evitado convertirme en un mimo, aprendí que es mejor ser distinto a calzar en este mundo, a pensar y decir lo que sentía, pero sin esas ataduras conservadoras. Recuerdo lo que escribió Tomás sobre algunas mujeres que solo querían pololo por la estabilidad, por decir “hoy fuimos con el gordo a comer, o el gordo me viene a buscar, el gordo es ingeniero” bla bla bla… Prefiero ser aquella que no tiene ningún gordo, pero que es feliz, haciendo lo que quiere, estando con quien quiere. Me importa una raja lo que piense la gente, por que al final del día me siento feliz con lo que soy, con ser realista y sincera conmigo. Así que mujeres del mundo, libérense de esa imagen de mimo, hagan lo que quieran, tomen, fumen, coman, jueguen, coqueteen porque después es muy tarde. Lo que es yo prefiero morirme sola pero sabiendo que disfrute la vida a concho.

renita